Isabel Tejeda Texto del catalogo. Geografias.
Premio Juan-gil Albert Sala de la Generalitat Valenciana 1994
1994 Memoria carpinteria
ELENA CUBRE CON SAL MARINA LAS CALLES DE LAVAPIES
Los ensamblajes de Elena Jiménez y sus grabados coinciden en mostrarse como itinerarios autobiográficos. Por un lado, permiten viajar a su infancia con los juegos de letras y los restos de un mar ajeno a la Meseta en la que vive hace diez años: sirven de huellas un granito de arena que se coló en sus sandalias o la madera recogida en un paseo por la orilla, chupada hasta desalarla -porque la boca cuando somos niños es un imprescindible medio de conocimiento- y que guardaba como un tesoro bajo la cama.
El otro itinerario es el deseo y la imaginación. Se plasma en cuadernos de viajes a lugares lejanos jamás vividos, postales nunca escritas; lo esencial es que el que sueñe lo haga con ojos de un viajero para el que siempre queda la posibilidad de una futura experimentación.
La materia prima de los ensamblajes y las matrices de los grabados de Elena son objetos encontrados que compra en el Rastro, recoge en paseos por la orilla del mar cuando vuelve a Alicante o descubre en el viejo taller del abuelo carpintero. Diapositivas antiguas, mapas de ferrocarriles, piezas de imprenta, restos de un puzzle o cajas, son objetos con los que construir sin premisas, azarosamente y como diversión. Cosas que protegen sus diferentes manipulaciones. Huellas del pasado que a su vez son estampadas.
Itinerario hacia la infancia
El que observa la infancia con nostalgia, con la tristeza de haber perdido la posibilidad del descubrimiento, del aprendizaje. sueña como dice Benjamín. "en cómo aprendió a andar. Pero no le sirve de nada. Ahora sabe andar, pero nunca jamás volverá a aprenderlo." Elena no siente añoranza, sus obras no se regodean en la pérdida sino que juegan licenciosas y sin prejuicios con el recuerdo para disfrutar el presente.
La repetición del número y la letra fueron básicos en nuestra instrucción escolar, en el acercamiento al mundo. El número era juego -lo supimos con Abrete Sésamo-, pero también era magia intuida ésto permitía pensar en la existencia de un poder oculto del número que hoy nos remite al que mueve las esferas pitagóricas. Elena tiene doce maderas recogidas en el mar en el que jugó hace años, número doce que coincide con el día de su nacimiento; Elena reune escritos impresos con fechas cruciales de su vida y los pega en sus obras. Elena juega a los números.
Estos cambios y divertimentos le facultan a convertir a la estoica y prudente secretaria del Marqués de Casa Rabago en una divertida chiflada que coge los sellos que imprimen la seriedad de la empresa junto a la firma del gerente y los convierte en inservibles para sus transacciones. Si buscas en el sobrio y barato bolso negro de esta administrativa, hallarás un utilísimo destornilla-letras que hace de su trabajo algo menos gris.
E l D e s e o
El viaje hacia el futuro de lo deseado participa igualmente de lo lúdico, lo azaroso y lo autobiográfico. Es un personal "Easy rider" con un itinerario de encuentros más que de búsquedas. Es la ruta del nómada sin un camino prefijado que tiró hace años la brújula, así como todas las llaves, y sólo sabe que para andar deberá colocar primero un pie y luego otro. N o hay estudios de factibilidad, ni metas pensadas; la amplitud del mundo lanza así innumerables posibilidades. Hay tantos caminos abiertos que no existe vida suficientemente larga para andarlos todos; pero tampoco es esta la pretensión del viajero, sino el vivir intensamente los que el tiempo ofrezca.
Esta manera de sobrevivir en un mundo inestable se basa en un pacto con la inconstancia; se intenta morar el presente y el futuro de manera flexible, sin anclarse melancólicamente en la cómoda casa del pasado, pero sin olvidar las procedencias. Por ello Elena Jiménez cubre hoy la puerta de su casa en el barrio de Lavapiés con maderas de sabor salado y conchas incrustadas.
Isabel Tejeda
EDITAN: Instituto de Cultura Juan Gil-AlbertConselleria de Cultura Generalitat Valenciana